lunes, 24 de marzo de 2008

NI PERDÓN, NI OLVIDO.


Hay cosas que no se perdonan porque van en contra de la dignidad humana, del respeto a la raza, del reconocerse en el otro por ser un igual. Sí uno no perdona significa que no olvida.

Leí la columna de Eduardo Aliverti en Página 12 y me quedó resonando una idea:
“Todo lo lejano que hoy parece el golpe se acerca, agazapado pero amenazante, cada vez que da lo mismo si extraditan a un represor, si parece del tiempo de las cavernas que juzguen a los culpables de los fusilamientos de Trelew y a la Triple A, si se busca la forma de acelerar los juicios a los asesinos. Cada vez que todo eso dé lo mismo, como da lo mismo cada día que pasa sin saber qué pasó con López, el golpe está vivo. Golpeado, pero vivo.”
Sí uno se pone a mirar con cierto detenimiento la realidad actual, sobran los ejemplos que afirman esta concepto. El desinterés, la falta de compromiso, el “no te metas” (que, aunque parezca raro, sigue vigente), la generación ausente, la de las identidades cambiadas. Yo, que pertenezco a la que vivió toda su vida en democracia, lo siento “Golpeado, pero vivo” como dice el periodista.

Quisieron aniquilar una generación porque le tenían miedo. Les temían a adolescentes y jóvenes llenos de vida, de esperanzas, de creencia en un mundo distinto. Eran buenos, por eso le temían. Robaron a sus hijos con la idea de extinguirlos completamente, pensando que la crianza iba a cambiar algo. Se olvidaron de la sangre.

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